Quería lanzar la primera fase de este sitio web WhereAreYouMade.com el 24 de Abril de 2014 por una razón muy concreta. Hacía un año que un edificio se hundió con miles de trabajadores que habían sido forzados a seguir trabajando a pesar de fuertes advertencias de que el edificio estaba en riesgo (http://es.wikipedia.org/wiki/Colapso_de_un_edificio_en_Savar _en_2013). Fue terrible.
Durante décadas he estado observando, y formando parte, de una masiva globalización económica y la tremenda agitación social asociada con ella. “Libre comercio” se ha convertido en el mantra de muchos líderes políticos y de negocios. La agresividad con la que algunas empresas quieren elevar sus márgenes de beneficios, sus rendimientos sobre el capital invertido y el precio de sus acciones ha llevado a muchas aberraciones.
En los tres días posteriores al colapso del edificio Savar, seguía viendo imágenes de las labores de rescate en televisión, y pensando lo que se podría hacer para prevenir este tipo de tragedias y otro tipo de abusos en el mercado global. Me había sentido frustrado durante años por mi imposibilidad de encontrar información significativa sobre los productos que compraba. En algunos países tienes suerte si encuentras una etiqueta con “Made in” pero esta información es solo marginalmente interesante y útil. No me decía nada sobre las condiciones de trabajo de los empleados que fabricaban los productos, ni sobre los ingredientes o partes que formaban estos productos y como se habían fabricado (lo que los economistas llaman “cadena de abastecimiento”. ¿Para qué servía saber en qué país estaba fabricado? ¿Hay países que fabrican productos categóricamente en condiciones inhumanas y otros en humanas? Incluso en los supuestos países “desarrollados” que tienen leyes laborales más estrictas, las condiciones de trabajo varían ampliamente y las leyes laborales no son siempre aplicadas.
Cuando era niño tenía una visión sencilla y esperanza en el futuro. Crecí a finales de los 60 y principio de los 70. Era un tiempo en el que las ideas de ordenadores y robots no estaban tan extendidas. Mi primo y yo creamos planes para las futuras ciudades y hablábamos cómo sería o podría ser o debería ser la vida en el futuro. La idea que la tecnología nos liberaría de la temida “semana de 40 horas” durante toda la vida en una cadena de montaje parecía una posibilidad realista.
Poco nos imaginábamos que el lento progreso que habíamos presenciado en el país donde crecimos sería pronto atacado por fuerzas invisibles tan poderosas que ningún ser humano parecía capaz de contener su asalto. Al mismo tiempo que estábamos produciendo cosas necesarias para el bienestar material más eficientemente que nunca, la idea de reglas que mejoraran el bienestar de todos nosotros en la sociedad ya no era considerado viable. Mientras nuestra casa se llenaba con una amplia cantidad de cosas que ni quería ni necesitaba, me decían que no sería capaz de jubilarme antes de los 67 años. Me decían que los salarios no iban a subir. Me decían que la semana laboral iba a tener que ser ampliada otra vez para ser competitivos. ¡Adiós al sueño de una semana laboral de 30 horas con 3 meses de vacaciones!
Dado que yo personalmente he sufrido todo tipo de lesiones relacionadas con el trabajo en trabajos monótonos (en mi caso, escribiendo en teclados de ordenador la mayoría de los días en los últimos 30 años), me puedo identificar con esa gente alrededor del mundo que cose prendas de ropa o mata animales todo el día.
Estos tipos de pensamientos han estado dando vueltas en mi cabeza durante muchos años, pero el desastre de la fábrica de ropa de Savar fue el suceso que llevó todo a la culminación. Y mi conclusión fue “Vale, no podemos conseguir legislación internacional en la que nos pongamos de acuerdo, vamos a intentarlo desde de la base de seres humanos que piensan como yo.”
Creo que muchos de nosotros queremos saber más sobre los productos que compramos. Queremos tener control real sobre donde gastamos nuestro dinero. Queremos empresas, o cualquiera que produzca cosas para nosotros, que nos digan dónde hacen los productos y cómo lo hacen, hasta el último hilo, tornillo o huevo.
Aunque no vea el resultado de mis esfuerzos en mi propia vida, deseo que mis hijos o sus hijos o nietos vean que podemos marcar la diferencia tomando decisiones basadas en conocimiento verdadero. Durante mi propia vida, me basta con agradecer y honrar los trabajadores que satisfacen nuestras necesidades materiales o lujos. No puedo aliviar su carga, pero juntos haremos saber a los demás dónde y cómo las cosas que compran están hechas.